—Los hijos, señor, son pedazos de las entrañas de sus padres, y así, se han de querer, o
buenos o malos que sean, como se quieren las almas que nos dan vida. A los padres toca
el encaminarlos desde pequeños por los pasos de la virtud, de la buena crianza y de las
buenas y cristianas costumbres, para que cuando grandes sean báculo de la vejez de sus
padres y gloria de su posteridad; y en lo de forzarles que estudien esta o aquella ciencia
no lo tengo por acertado, aunque el persuadirles no será dañoso, y cuando no se ha de
estudiar para pane lucrando, siendo tan venturoso el estudiante que le dio el Cielo padres
que se lo dejen, sería yo de parecer que le dejen seguir aquella ciencia a que más le vieren
inclinado; y aunque la de la poesía es menos útil que deleitable, no es de aquellas que
suelen deshonrar a quien las posee. La poesía, señor hidalgo, a mi parecer es como una
doncella tierna y de poca edad y en todo estremo hermosa, a quien tienen cuidado de
enriquecer, pulir y adornar otras muchas doncellas, que son todas las otras ciencias, y ella
se ha de servir de todas, y todas se han de autorizar con ella; pero esta tal doncella no quiere ser manoseada ni traída por las calles, ni publicada por las esquinas de las plazas ni por
los rincones de los palacios. Ella es hecha de una alquimia de tal virtud, que quien la sabe
tratar la volverá en oro purísimo de inestimable precio; hala de tener, el que la tuviere, a
raya, no dejándola correr en torpes sátiras ni en desalmados sonetos; no ha de ser vendible en ninguna manera, si ya no fuere en poemas heroicos, en lamentables tragedias o
en comedias alegres y artificiosas; no se ha de dejar tratar de los truhanes, ni del ignorante
vulgo, incapaz de conocer ni estimar los tesoros que en ella se encierran. Y no penséis, señor, que yo llamo aquí vulgo solamente a la gente plebeya y humilde; que todo aquel que
no sabe, aunque sea señor y príncipe, puede y debe entrar en número de vulgo. Y así, el
que con los requisitos que he dicho tratare y tuviere a la poesía será famoso y estimado su
nombre en todas las naciones políticas del mundo. Y a lo que decís, señor, que vuestro
hijo no estima mucho la poesía de romance, doime a entender que no anda muy acertado en ello, y la razón es esta: el grande Homero no escribió en latín, porque era griego, ni
Virgilio no escribió en griego, porque era latino; en resolución, todos los poetas antiguos
escribieron en la lengua que mamaron en la leche, y no fueron a buscar las estranjeras
para declarar la alteza de sus conceptos; y siendo esto así, razón sería se estendiese esta
costumbre por todas las naciones, y que no se desestimase el poeta alemán porque escribe en su lengua, ni el castellano, ni aun el vizcaíno que escribe en la suya. Pero vuestro hijo,
a lo que yo, señor, imagino, no debe de estar mal con la poesía de romance, sino con los
poetas que son meros romancistas, sin saber otras lenguas ni otras ciencias que adornen y
despierten y ayuden a su natural impulso; y aun en esto puede haber yerro, porque, según
es opinión verdadera, el poeta nace; quieren decir, que del vientre de su madre el poeta
natural sale poeta, y con aquella inclinación que le dio el Cielo, sin más estudio ni artificio,
compone cosas que hace verdadero al que dijo: est Deus in nobis, etcétera. También digo
que el natural poeta que se ayudare del arte será mucho mejor y se aventajará al poeta que
sólo por saber el arte quisiere serlo: la razón es porque el arte no se aventaja a la Naturaleza, sino perficiónala; así que, mezcladas la Naturaleza y el arte, y el arte con la Naturaleza,
sacarán un perfetísimo poeta. Sea, pues, la conclusión de mi plática, señor hidalgo, que
vuesa merced deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama, que siendo el tan buen
estudiante como debe de ser y habiendo ya subido felicemente el primer escalón de las
sciencías, que es el de las lenguas, con ellas por sí mesmo subirá a la cumbre de las letras
humanas, las cuales tan bien parecen en un caballero de capa y espada y así le adornan,
honran y engrandecen como las mitras a los obispos o como las garnachas a los peritos
jurisconsultos. Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras
ajenas, y castíguele y rómpaselas; pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde
reprehenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele, porque lícito
es al poeta escribir contra la invidia y decir en sus versos mal de los invidiosos, y así de los
otros vicios, con que no señale persona alguna; pero hay poetas que a trueco de decir una
malicia se pondrán a peligro que los destierren a las islas de Ponto. Si el poeta fuere casto
en sus costumbres lo será también en sus versos; la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos; y cuando los reyes
y príncipes veen la milagrosa ciencia de la poesía en sujetos prudentes, virtuosos y graves
los honran, los estiman y los enriquecen, y aun los coronan con las hojas del árbol a quien
no ofende el rayo, como en señal que no han de ser ofendidos de nadie los que con tales
coronas veen honrados y adornadas sus sienes.
lunes, 25 de marzo de 2019
sábado, 9 de marzo de 2019
Ya me tiene mi Dios
Ya me tiene mi Dios. Me ha señalado
el pecho y la razón con su caricia,
y ya siento el empuje que se inicia
en forma inmaterial. Me he levantado
sedienta de confines y, logrado
mi afán, he de buscarme la sonrisa
y al despertar, entre la nueva brisa,
veré mi corazón enajenado.
Porque ya voy a Ti, con esta entrega,
déjame despedirme de la rosa
y saludar la luz en su carrera.
Antes de comenzar mi dulce vuelo,
el árbol prestará toda su sombra
a la fiebre encendida de mi anhelo.
Soneto de la gran Pilar Paz Pasamar.
domingo, 3 de marzo de 2019
Niña inglesa de 10 años
Una niña inglesa de 10 años escribió un Poema sobre la dislexia, y a la profesora le sorprendió tanto que decidió ponerla en la red. Esto demuestra que el poeta nace, que la poesía es un don de Dios y sólo unos pocos lo tienen.
Poema que escribió la niña:
Soy estúpida.
Nadie diría jamás
que tengo talento para las palabras.
Estaba destinada a ser genial,
pero eso no es correcto.
Soy un fracaso.
Nadie me ha convencido nunca para pensar
que pueda hacer esto en la vida.
Pero leído al revés, el poema dice lo contrario: "Nadie podría convencerme nunca de pensar que soy un fracaso" y "Nadie podría decir que soy estúpida".
Ah, la profesora se llama Jane Broadis, que profesionales así escasean
Ah, la profesora se llama Jane Broadis, que profesionales así escasean
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