domingo, 25 de marzo de 2012

Madrigal

Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!,
ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.


Gutierre de Cetina.

jueves, 8 de marzo de 2012

Groucho

Aquéllos sí que eran tiempos. Un éxito en Broadway meses y meses... un contrato en Hollywood a la vista... un cuarto de millón de dólares invertido con todas las garantías en el futuro de América.
Me encaré conmigo mismo (siempre ando cerca por lo que pueda ocurrir) y exclamé: -¡Groucho, ésta es una época de vacas gordas!
Yo estaba bien instalado con mis hermanos en el firmamento teatral. Pero ahora puedo contemplar mi vida desde una perspectiva analítica y valorar qué cosas echo en falta. Los cubiertos de plata de la familia, mi Pierce Arrow y mi leal sirviente. Tal vez tenía que haber revisado sus referencias más a fondo, pero me pareció que una estancia en la misión de San Quintín era ya suficiente recomendación.

Siempre he lamentado que mi educación terminase en la quinta elemental. Resulta endiabladamente difícil introducirse en el gran mundo y crearse una imagen de sofisticación. La anfitriona podría sorprenderme con teorías sobre Schopenhauer o Kafka. ¿Y qué aportaría yo a cambio? La tabla de multiplicar hasta el siete.
En defensa propia, me convertí en un lector voraz. Acompañaba a mis amigos con un libro en la mano y, si la conversación se ponía intelectual, enterraba la nariz en las páginas y subrayaba cada frase con un gruñido de impaciencia. Pronto adquirí fama de empollón. Y eso que nunca he tenido plumas. Y siempre he detestado el pollo.
Tras leer a Stephen Leacock, O. Henry y otros de su pinta, decidí que podía hacer lo mismo. Y me hice escritor. Me cosí parches de cuero en el codo de todas las americanas, cambié los cigarros por una pipa, y empecé a decorar mis frases con palabras como "cacofónico" y "consanguinidad".


Del libro Camas, de Groucho Marx.