miércoles, 18 de septiembre de 2013

El puente de Alcántara


Construido entre el año 105 y 106 por el arquitecto Cayo Julio Lacer para comunicar Norva Caesarina (Cáceres) con Conímbriga, impresionó tanto a los árabes que decidieron llamar a la zona Al-Qantarat, es decir, El puente. Pontem perpetui mansurum in secula mundi (el puente que durará mientras dure el mundo), figura en el dintel del templete situado en el lado sur. Seis arcos para salvar una distancia de 214 metros sobre el Tajo, cinco Pilares (las Pilares en mi casa van con mayúscula, Pilli) y dos estribos. Los impuestos de siete villas fueron necesarios para poder sufragar esta obra. Sus proporciones son impresionantes: 71 metros desde el cuarto Pilar hasta el arco del triunfo. Una altura necesaria para salvar un prufundo cauce con crecida de caudal importante en su momento.
El geógrafo árabe, Al Idrisi, lo consideró una de las maravillas del mundo. Tal era su belleza que en 1475, en una de las guerras entre Portugal y el Reino de Castilla al enterarse el rey luso Alfonso V que iba a ser derruido para evitar su paso, decidió comunicarle a su enemigo, el Duque de Villahermosa, que él daría un rodeo "pues no quería el reino de Castilla con ese edificio de menos". 
Los romanos, cuando hablaban de sus obras de ingeniería decían perseguir tres principios básicos: utilitas, firmitas y venusta. Que sea útil, que sea firme y que sea bello. Y útil, firme y bello es el Puente de Alcántara, merecedor, sin duda, de figurar entre nuestro Patrimonio de la Humanidad, al igual que ya figura entre nuestro Patrimonio Nacional desde 1924.


Texto sacado de un artículo de Víctor Casco, con lo que te hemos dao en mi casa, ya está bien que hagas algo por la comunidá.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Antonio Machado



Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia en los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
"mil veces ciento, cien mil;
mil veces mil, un millón".

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia en los cristales.