sábado, 4 de septiembre de 2021

Armando Buscarini

 

Con el alma latiendo por la gloria
y flotante a los vientos mi melena,
iré diciendo al mundo con voz fuserte,
¡con voz en la que vibre mi alma entera!:
—Es verdad que yo sufro; pero oídme:
¿qué me importa sufrir si soy poeta? 

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Por un beso que te diera
has de ir al cementerio
una noche a contemplar
la soledad de los muertos…

Y cuando los hayas visto
de la noche, en el misterio,
entonces, ser adorado,
entonces… ¡te daré el beso!

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Más que un gran manicomio 

es un viejo convento

con ventanas románicas 

el lugar donde estoy.


Se olfatea la muerte, 

aquí, a cada momento

y hay un perro que siempre

va por donde yo voy. 



jueves, 2 de septiembre de 2021

Romance de la pena negra, Federico

 

Las piquetas de los gallos
cavan buscando la aurora,
cuando por el monte oscuro
baja Soledad Montoya.
Cobre amarillo, su carne,
huele a caballo y a sombra.
Yunques ahumados sus pechos,
gimen canciones redondas.
Soledad, ¿por quién preguntas
sin compaña y a estas horas?
Pregunte por quien pregunte,
dime: ¿a ti qué se te importa?
Vengo a buscar lo que busco,
mi alegría y mi persona.
Soledad de mis pesares,
caballo que se desboca,
al fin encuentra la mar
y se lo tragan las olas.
No me recuerdes el mar,
que la pena negra, brota
en las tierras de aceituna
bajo el rumor de las hojas.
¡Soledad, qué pena tienes!
¡Qué pena tan lastimosa!
Lloras zumo de limón
agrio de espera y de boca.
¡Qué pena tan grande! Corro
mi casa como una loca,
mis dos trenzas por el suelo,
de la cocina a la alcoba.
¡Qué pena! Me estoy poniendo
de azabache carne y ropa.
¡Ay, mis camisas de hilo!
¡Ay, mis muslos de amapola!
Soledad: lava tu cuerpo
con agua de las alondras,
y deja tu corazón
en paz, Soledad Montoya.

*

Por abajo canta el río:
volante de cielo y hojas.
Con flores de calabaza,
la nueva luz se corona.
¡Oh pena de los gitanos!
Pena limpia y siempre sola.
¡Oh pena de cauce oculto
y madrugada remota!