Don Mauro Requejo era un hombre izquierdo. Creo que no necesito
decir más. ¿No habéis entendido? Pues lo explicaré mejor.
¿Ha sido la naturaleza o es la costumbre quien ha dispuesto que
una mitad del cuerpo humano se distinga por su habilidad y la otra
mitad por su torpeza? Una de nuestras manos es inepta para la escritura,
y en los trabajos mecánicos sólo sirve para ayudar a su experta
compañera, la derecha. Ésta hace todo lo importante; en el piano
ejecuta la melodía, en el violín lleva el arco, que es la expresión, en
la esgrima maneja la espada, en la náutica el timón, en la pintura
el pincel: es la que abofetea en las disputas; la que hace la señal de
la cruz en el rezo y la que castiga el pecho en la penitencia. Iguales
disposiciones tiene el pie derecho; si algo eminente y extraordinario
ha de hacerse en el baile, es indudable que lo hará el pie derecho; él
es también el que salta en la fuga, el que golpea la tierra con ira en
la desesperación, el que ahuyenta al perro atrevido, el que aplasta
al sucio reptil, el que sirve de ariete para atacar a un despreciable enemigo que no merece ser herido por delante. Esta superioridad
mecánica, muscular y nerviosa de las extremidades derechas se extiende
a todo el organismo: cuando estamos perplejos sin saber qué
dirección tomar, si el cuerpo se abandona a su instinto, se inclinará
hacia la derecha, y los ojos buscarán la derecha como un oriente
desconocido. Al mismo tiempo en el lado siniestro todo es torpeza,
todo subordinación, todo ineptitud: cuanto hace por sí resulta torcido,
y su inferioridad es tan notoria, que ni aun en desarrollo puede
igualar al otro lado. La mitad de todo hombre es generalmente más
pequeña que la otra: para equilibrarlas, sin duda, se dispuso que el
corazón ocupara el costado izquierdo.
El 19 de marzo y el 2 de mayo.