jueves, 25 de noviembre de 2021

Brad Pitt

 


Lo que me gusta de Brad Pitt es que, como gran actor, no le importa salir desmejorado, sin tratar de salir bien en plano. Aquí un ejemplo. 

https://youtu.be/CI8XqJSKn7M




lunes, 15 de noviembre de 2021

Las ratas, según Galdós



Nada pude ver en los primeros momentos; mas a poco de estar allí distinguí las formas robustas de las tinajas y toneles, cajones rotos, arreos de caballerías y de carros, y mil objetos de indefinible configuración, que iban saliendo poco a poco de la oscuridad a medida que mis ojos se acostumbraban a ella.

El sitio era poco agradable, y no sé por qué las barrigas de aquellas tinajas me ofrecían un aspecto temeroso, causa para mí de invencible horror. Yo reconocí en aquellas formas extravagantes las de ciertos monstruos que venían a amedrentarme en mis sueños de enfermo, y no les faltaba más que cuatro patas resbaladizas, húmedas, cartilaginosas, para arrojarse sobre mí. A los pocos pasos produje el mismo ruido de hojarasca que antes había sentido, y observé que pisaba grandes capas de yerba seca, depositada allí sin duda para bestias que no habían de comerla.

  

De pronto, señores, sentí que las hojas sonaban pisadas por mil patitas, y los cabellos se me erizaron de espanto. ¿Por qué, si allí no había leones, ni tigres, ni culebras, ni ningún animal verdaderamente fuerte y temible? Lo cierto es que tuve miedo, un miedo inmenso que heló la sangre en mis venas, dejándome atónito y paralizado. Quise huir y hundime en la yerba seca. Revolví los ojos en torno mío, y aumentó mi terror al ver que se disponía para acometerme por distintos lados con la rabia de mil bestias feroces todo el ejército imperial.

En un instante me sentí mordido y rasguñado en los tobillos, en las piernas, en los muslos, en las manos, en los hombros, en el pecho. ¡Infame canalla! Sus ojuelos negros y relucientes como pequeñas cuentas, me miraban gozándose en la perplejidad de la víctima, y sus hocicos puntiagudos se lanzaban con voracidad sobre mí. Grité, pateé, manoteé; pero la flojedad del suelo en que me sostenía imposibilitaba mi defensa, y con esfuerzos extraordinarios pugnaba por echarme fuera de aquel mar de hoja seca en el cual, si era difícil el correr, más difícil era el nadar. La turba insolente, aguijoneada por el hambre, se atrevía a atacarme. ¿Qué puede uno solo de aquellos miserables animales contra el hombre? Nada; pero ¿qué puede el hombre contra millares de ellos, cuando la necesidad les obliga a asociarse para combatir al rey de la creación? Hallándome sin defensa, exclamé  con angustia: ¡Badoret, Manalet, venid en mi auxilio! ¡Socorro!

Por último, conseguí poner el pie en tierra firme, y sacudiendo manotadas a diestra y siniestra, logré aminorar el vigor del ataque. Corrí de un lado para otro, y me siguieron; subime a un gran tonel, y veloces como el rayo subieron ellos también. Su estrategia era admirable; adivinaban mis movimientos antes de que los realizase, y como saltara de un punto a otro, me tomaban la delantera para recibirme en la nueva posición. Animábanse en el combate por un himno de gruñidos que a mí me daba escalofrío, y parecía que rechinaban en acordada música militar sus dientes, demostrando gran rabia y despecho todos aquellos que no podían hacerme presa.

¡Terrible animal! ¡Qué admirablemente le ha dotado la Providencia para que se busque la vida a despecho del hombre, para que se defienda contra las agresiones de fuerza superior, para que venza obstáculos naturales, para que haga suyas las más laboriosas conquistas humanas; para que mantenga su inmensa prole en lo profundo de la tierra y al aire libre, en los despoblados lo mismo que en las ciudades! La Providencia le ha hecho carnívoro para que encuentre alimento en todas partes; le ha hecho un roedor para que devore a pedazos lo que no puede llevarse entero; le ha dado ligereza para que huya; blandura para que no se sientan sus alevosos pasos; finísimo oído para que conozca los peligros; vista penetrante para que atisbe las máquinas preparadas en su daño, y agudo instinto para que con hábiles maniobras burle vigilancias exquisitas y persecuciones injustas. Además posee infinitos recursos y como bestia cosmopolita, que igualmente se adapta a la civilización y al salvajismo, posee vastos conocimientos de diversos ramos, de modo que es ingeniero, y sabe abrirse paso por entre paredes y tabiques para explorar nuevos mundos; es arquitecto habilísimo, y se labra grandiosas residencias en los sitios más inaccesibles, en los huecos de las vigas y en los vanos de los tapiales; es gran navegante, y sabe recorrer a nado largas distancias de agua, cuando su espíritu aventurero le obliga a atravesar lagunas y ríos; se aposenta en las cuadernas de los buques, dispuesto a comerse el cargamento si le dejan, y a echarse al agua en la bahía para tomar tierra si le persiguen; es insigne mecánico, y posee el arte de trasportar objetos frágiles y delicados, secretos de que el hombre no es ni puede ser dueño; es geógrafo tan consumado, que no hay tierra que no explore, ni región donde no haya puesto su ligera planta, ni fruto que no haya probado, ni artículo comercial en que no haya impreso el sello de sus diez y seis dientes; es geólogo insigne y audaz minero, pues si advierte que no disfruta de grandes simpatías a flor de tierra, se mete allí donde jamás respiró pulmón nacido, y construye bóvedas admirables por donde entra y sale orgullosamente, comunicando casas y edificios, y huertas y fincas, con lo cual abre ricas vías al comercio y destruye rutinarias vallas; y por último, es gran guerrero, porque además de que posee mil habilidades para defenderse de sus enemigos naturales, cuando se encuentra acosado por el hambre en días muy calamitosos, reúne y organiza poderosos ejércitos, ataca al hombre, y al fin, si no halla medio de salir del paso, estos ejércitos se arman unos contra otros, embistiéndose con tanto coraje como táctica, hasta que al fin el vencedor vive a costa del vencido.

Poseyendo un gran sentido civilizador, se acomoda al carácter de las comarcas y regiones que escoge para desarrollar su genio activo, y come siempre de lo que hay. Eso sí, no respeta ni sabe respetar nada: en el tocador de la dama elegante se come los perfumes; y en casa del boticario las medicinas. En la iglesia hace mil condimentos con las reliquias de los santos, y en los teatros se apropia los coturnos de Agamenón y la loriga de D. Pedro el Cruel. Artista a veces, si el destino le lleva a los museos, se almuerza a Murillo y cena con algo de Rafael, y cuando acierta a penetrar en casa de los anticuarios o de los eruditos, se convierte en uno de estos por la influencia de la localidad, es decir, que se traga los libros.

Todas estas eminentes cualidades las desplegó contra mí la inmensa falange. Aquellos padres que por dar de comer a sus hijos; aquellos amantes esposos que por librar de la muerte a sus mujeres, no vacilaban en mirar frente a frente a un ser superior, tenían toda la perversidad que dan las supremas exigencias de la vida. Pero era realmente una vergüenza para mí el rendir mi superioridad de fuerza y de inteligencia ante aquella chusma de los bodegones, que procedentes de distintos puntos de la ciudad, por caminos sólo sabidos de ella sola, se había reunido en tal sitio. Así es, que reponiéndome al cabo de algún tiempo de mi primitivo susto, arrebaté un palo que al alcance de la mano vi, y haciendo pie firme sobre el tonel, comencé a descargar golpes a todos lados, increpando a mis enemigos con todos los vocablos insultantes, groseros y desvergonzados de la lengua española.

Si no obtuve desde luego por este medio ventajas positivas, conseguí al menos amedrentar a los pequeños, que eran los más insolentes, y sólo los grandes continuaron empeñados en roerme. Pero los grandes me ofrecían un blanco más seguro, y he aquí que después de un rato de combate peligroso, incesante, en que multiplicaba los movimientos de mis brazos y piernas con rapidez más propia de un bailarín que de un guerrero, comencé a adquirir alguna ventaja. La ventaja en las batallas, una vez que se manifiesta, va creciendo en proporción geométrica, determinada por los temores y recelos del que flaquea, por el orgullo y reanimación del que gana terreno, y esto me pasó a mí, que al fin, señores míos, a fuerza de trabajo y de angustia pude adquirir el convencimiento de que no sería devorado.

  

Cuando me vi libre de la guardia imperial (pues no renuncio a darle este nombre) me hallaba tan cansado que di con mi cuerpo en tierra.

-Si me atacan otra vez -dije para mí- acabarán conmigo.


Gerona, Galdós






miércoles, 10 de noviembre de 2021

El mejor Joker de todos

 


https://youtu.be/lNLmk7CPtOw





martes, 9 de noviembre de 2021