¿Qué
predomina en lo humano?,
discutían
enfrentados,
en
debate poco sano,
las
virtudes y pecados.
Sin
tacha surgió el honor,
se
escondió la cobardía,
sin
perdón, odio y rencor,
riendo
llegó la alegría.
Presta
acudió diligencia,
desfilando
la hermosura,
vino
anciana la experiencia,
sin
ruido entró la mesura.
No
hablen todos a la vez,
templó
la ecuanimidad,
ni
caso hizo la memez,
hija
de la necedad.
El
miedo calló al instante,
nada
añadió la pereza,
la
soberbia, petulante,
se
enfrentó con la belleza.
La
falsedad disimula
y
medra con la traición,
come
con saña la gula,
se
acercan deseo y pasión.
intervino
la avaricia,
en
eso voy yo primero,
arremetió
la codicia.
Tranquilos,
habló la calma,
se
quejaron los dolores,
sin
mí el cuerpo, dijo el alma,
es
como un jardín sin flores.
El
silencio sólo mira,
ve
desatarse a la euforia,
la
mezquindad nada tira,
y
el amor está en la gloria.
Sólo
lo diré una vez,
dejad
ya la fantasía,
prima
en el hombre doblez,
comentó
la hipocresía.
Lo
esencial es la cabeza,
razonó
la inteligencia,
si
aparece la torpeza,
yo
no hago acto de presencia.
Para
tiempos de disputa,
mejor
estén de mi lado,
replicó
la fuerza bruta,
pues
soy el mejor aliado.
Por
favor, tengan piedad,
la
paciencia llegó lenta,
ya
sabéis, dijo lealtad,
que
yo no me pongo en venta.
Gustoso
exclamó el placer:
¡Que
goce la multitud!,
nada
podemos hacer
sin
mí, dijo la salud.
Intervino
la apatía,
no
está de más que les diga
que
yo siempre elegiría
ser
cigarra antes que hormiga.
Abundo
yo, la perfidia,
no
existe hombre sin vicio,
quitó
méritos la envidia,
se
unieron razón y juicio.
Soy
la fe y muevo montañas,
la
calumnia alzó la voz,
pues
yo con mis artimañas
soy
instrumento feroz.
El
hombre por mí suspira,
volvió
el amor a añadir,
en
cólera montó la ira,
quiso
el pánico cundir.
La
lujuria con descaro,
no
es amiga del pudor,
el
precio quiere ser caro
sin
hacer caso al valor.
Lo
importante de la vida,
nunca
está en lo que uno alcanza,
yo
soy la última salida,
vino
a decir la esperanza.
quiero
la paz en la tierra,
dijo
con todo cinismo
la
cruel y sangrienta guerra.
La
certeza aconsejó
ir
siempre con la prudencia,
la
mentira sentenció:
es
culpable la inocencia.
Lloraron
las emociones
cuando
notaron tu ausencia,
sin
atender a razones
quiso
agredir la violencia.
¡Callen
todos un momento!
Quien
manda aquí es el poder,
no
necesito al talento
y
lejos de mí el saber.
Ufano
quiso pujar
el
oro con sus dineros,
no
se dejaron comprar
los
sentires verdaderos.
Y
desde el oro en el mundo,
pocos
saben distinguir
y
hallar en lo más profundo
el
sentido de vivir.
Sacado de intenné.
Este poema ganó un certamen literario en 2007, creo