martes, 1 de diciembre de 2015

Defectos y virtudes



¿Qué predomina en lo humano?,
discutían enfrentados,
en debate poco sano,
las virtudes y pecados.
Sin tacha surgió el honor,
se escondió la cobardía,
sin perdón, odio y rencor,
riendo llegó la alegría.
Presta acudió diligencia,
desfilando la hermosura,
vino anciana la experiencia,
sin ruido entró la mesura.
No hablen todos a la vez,
templó la ecuanimidad,
ni caso hizo la memez,
hija de la necedad.
El miedo calló al instante,
nada añadió la pereza,
la soberbia, petulante,
se enfrentó con la belleza.
La falsedad disimula
y medra con la traición,
come con saña la gula,
se acercan deseo y pasión.
Todo para mí lo quiero,
intervino la avaricia,
en eso voy yo primero,
arremetió la codicia.
Tranquilos, habló la calma,
se quejaron los dolores,
sin mí el cuerpo, dijo el alma,
es como un jardín sin flores.
El silencio sólo mira,
ve desatarse a la euforia,
la mezquindad nada tira,
y el amor está en la gloria.
Sólo lo diré una vez,
dejad ya la fantasía,
prima en el hombre doblez,
comentó la hipocresía.
Lo esencial es la cabeza,
razonó la inteligencia,
si aparece la torpeza,
yo no hago acto de presencia.
Para tiempos de disputa,
mejor estén de mi lado,
replicó la fuerza bruta,
pues soy el mejor aliado.
Por favor, tengan piedad,
la paciencia llegó lenta,
ya sabéis, dijo lealtad,
que yo no me pongo en venta.
Gustoso exclamó el placer:
¡Que goce la multitud!,
nada podemos hacer
sin mí, dijo la salud.
Intervino la apatía,
no está de más que les diga
que yo siempre elegiría
ser cigarra antes que hormiga.
Abundo yo, la perfidia,
no existe hombre sin vicio,
quitó méritos la envidia,
se unieron razón y juicio.
Soy la fe y muevo montañas,
la calumnia alzó la voz,
pues yo con mis artimañas
soy instrumento feroz.
El hombre por mí suspira,
volvió el amor a añadir,
en cólera montó la ira,
quiso el pánico cundir.
La lujuria con descaro,
no es amiga del pudor,
el precio quiere ser caro
sin hacer caso al valor.
Lo importante de la vida,
nunca está en lo que uno alcanza,
yo soy la última salida,
vino a decir la esperanza.
Sin libertad, el abismo,
quiero la paz en la tierra,
dijo con todo cinismo
la cruel y sangrienta guerra.
La certeza aconsejó
ir siempre con la prudencia,
la mentira sentenció:
es culpable la inocencia.
Lloraron las emociones
cuando notaron tu ausencia,
sin atender a razones
quiso agredir la violencia.
¡Callen todos un momento!
Quien manda aquí es el poder,
no necesito al talento
y lejos de mí el saber.
Ufano quiso pujar
el oro con sus dineros,
no se dejaron comprar
los sentires verdaderos.
Y desde el oro en el mundo,
pocos saben distinguir
y hallar en lo más profundo
el sentido de vivir.


Sacado de intenné.

Este poema ganó un certamen literario en 2007, creo

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