El poemario Pobre de Jeremías Asensio (Editorial Cuadernos del Laberinto, Anaquel de Poesía, Madrid, 2023), que es su ópera prima, es, contradiciendo lo que indica su título, “rico”, muy rico, en rimas y versos, empezando por el ingenioso prólogo, que es una Carta de amor a la antigua usanza, que le escribe Don Pretérito a Doña Usanza, y que es toda una declaración de principios e intenciones: “Odio estos tiempos modernos / que han matado la poesía”, y siguiendo, por ejemplo, por la graciosa letrilla Para el desgraciado se hizo la horca, tan quevedesca o quevediana, como gustemos decir.
Hay que destacar también el epigrama, conciso pero contundente, Amor imposible, todo un clásico, siguiendo la estela de Marcial, vía Quevedo, en forma de redondilla: “Ha pedido don Precario / la mano de Plusvalía, / la respuesta fue algo fría: / de tus bienes inventario”.
También hay que destacar Rural antes que urbano, un poema compuesto por ocho décimas que es un canto a la libertad y a la vida alejada del mundanal ruido
Se agradece en general a lo largo de los veintiocho poemas que componen el libro el tono, la bonhomía del autor y el gusto por la rima y por el silabeo, cosa rara en estos tiempos de tanto verso libre que, libre de ser verso, se ve condenado a ser prosaica prosa que se disimula y camufla escribiéndose entrecortada.
Es un poemario popular, más clásico, en el buen sentido de la palabra, que moderno, donde abunda el verso más nuestro, que es el octosílabo, pero también el hendecasílabo (lo escribo adrede así con hache inicial etimológica) en algunos sonetos. Se trata de un poemario en definitiva que puede gustarle a todo el mundo, incluso a quien no lee habitualmente poesía, que es un género literario, por otra parte, que ya casi nadie lee hoy en día salvo los propios poetas que lo escriben.
El autor se muestra a veces pesimista y crítico, pero sin desdeñar nunca el fino humor y la leve ironía, como cuando se describe a sí mismo en Lloviendo sopa: “En mí el fracaso galopa, / soy tan solo un perdedor / que va con el tenedor / cuando está lloviendo sopa”.
Especialmente entrañable el homenaje de Infancia en Vera de Bidasoa. Cuando Jeremías era un chiquillo se cruzaba siempre con un anciano, “un sabio de aquella aldea”, que en su pasear diario se tropezaba con el niño, le acariciaba la cabeza y le preguntaba con su media sonrisa que adónde iba con tanta prisa. Se trataba de don Julio Caro Baroja, sobrino de don Pío Baroja.
Hay muchos y notables hallazgos en este poemario de Jeremías Asensio, como esta cuarteta: “Y yo mirándote sé / lo mucho que te amo, pero / yo nunca me atreveré / a decirte que te quiero”.
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