El primer día de clase de Derecho Canónico se presentó el catedrático emérito, don Jaime, y ante un auditorio repleto dijo mostrando su libro: "éste es el libro de donde saldrán las preguntas del examen y sólo lo que viene aquí deben responder". ¿Qué supuso este anuncio? Que a su clase semanal no iba casi nadie, del auditorio completo nos quedamos unas diez personas todo el curso, y probablemente era lo que él quería.
Pues bien, fue uno de mis mayores aciertos de toda la carrera y ahora me doy cuenta mejor que entonces. Era como asistir a una conferencia sobre la vida misma, porque mientras nos explicaba los cánones eclesiásticos o el matrimonio rato y no consumado, nos iba poniendo ejemplos de la vida real con mucho sentido del humor (pero muy serio de cara) o con cierta malicia para prevenirnos de lo que es, ha sido y será este mundo.
Recuerdo que al iniciar un día la clase nos preguntó si habíamos visto una tertulia la noche anterior que daban en la tele. El caso es que venía el hombre indignado y nos dijo levantando y bajando su dedo índice acusador: "pues no le preguntan a un catedrático, después de presentarlo como tal, y lo primero que suelta es: como muy bien dice Ramoncín... Vamos, por favor, menuda cátedra... " Y hacía aspavientos con las manos.
Otro día explicando algo de derecho matrimonial, salió de pasada el sexo y don Jaime nos dijo: "por cualquier sitio donde vayas, en medios de comunicación..., se está continuamente ensalzando el valor del sexo, se publicitan las relaciones íntimas en películas, revistas, y todo con el afán de empujar a los jóvenes al sexo sin miramientos, y poco menos que es un tonto el que dedica su tiempo, como ustedes, a otra cosa. Pues bien, no se preocupen y piensen que la iglesia ¡que es muy vieja!, habla de débito conyugal.
En fin, para usted este pequeño homenaje, un hombre bueno, y uno de los pocos recuerdos gratos que me llevé de mi paso por la universidad. Gracias
